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ROCÍO DÚRCAL IV





LOS TANGOS CANTADOS POR ROCÍO DURCAL




Rocío Dúrcal, la española más mexicana

Sorprende que un país tan nacionalista como México haya aceptado al instante que una extranjera cantara acompañada por los mariachis. Antes que ella, lo habían intentado otros, incluido el mismísimo Elvis Presley y, no obstante, lejos de ver en ello un halago a su cultura, el público mexicano se lo tomaba como una intromisión fuera de lugar. Sorprende, además, que una industria que ya tenía encumbradas a Las Tres Señoras de la Canción (Lola Beltrán, Amalia Mendoza y Lucha Villa) haya integrado a una estrella juvenil surgida en el franquismo. Quizá se debió a que entró de la mano de Juan Gabriel, uno de los principales compositores de la música mexicana. O quizá, simplemente, a la potencia de su voz, lo suficientemente recia y armoniosa para cantarle al amor, al desamor y a la alegría al más puro estilo ranchero. Pero haya sido por lo que haya sido, canción tras canción, disco tras disco, concierto tras concierto, Rocío Dúrcal se convirtió (y se afianzó), por unanimidad, como la española más mexicana y como una de las principales embajadoras de la música folklórica.


A ella no sólo le entusiasmó ese reconocimiento, sino que le convino. Porque en plena mutación española (la muerte de Franco, la libertad plena, el desdén por el pop edulcorado), de pronto su carrera pareció estar a punto de extinguirse y necesitaba reinventare. En España o fuera de ella. Así que vio un salvavidas en las melodías de mariachi, que ella escuchaba desde que era niña (“la música mexicana es la más bonita / alegra los corazones / y a amar te invita”), y no se desprendió de él hasta su muerte, hace hoy 10 años.




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